Mi nombre es Ana Carmona Ruiz, nací el el 16 de Mayo de 1908 en el popular barrio malagueño de Capuchinos. Era la menor de cuatro hermanos y desde muy pequeña mi pasión por el football no dejó de crecer día a día.
Mi padre, Andrés Carmona, trabaja como estibador en el puerto de Málaga, cada vez que podía me escapaba para, con la excusa de ir a esperarlo a la salida de su trabajo, disfrutar viendo a aquéllos marineros ingleses dando patadas a aquélla pelota en las explanadas de descarga del muelle.
Mis primeros recuerdos como footballier se remontan a mi juventud, en los terrenos que colindaban con la fábrica de artillería, lo de que una chica jugara al fútbol no estaba bien visto en mi época y aunque logré durante un tiempo que mis padres no se enteraran, finalmente, aquéllos continuos moratones y magulladuras con los que volvía a casa, acabaron por delatarme, "Nita", así me llamaban, "...el fúbol no es cosa de damas...", para colmo, mi tío, médico de profesión, aseveraba que ese deporte era perjudicial para la estructura corporal de la mujer, llegando incluso a aconsejarle a mis padres que me mandaran a Vélez-Málaga para sacarme de aquél entorno footbaalistico que creían tan perjudicial para mí... todo fue inútil, me encantaba a aquél juego.
ANITA CARMONA RUIZ Foto gentileza de Jesús Hurtado Navarrete |
Para disimular mi naturaleza de mujer, los gorros de lana que los delanteros y defensas usaban para evitar los cortes de la hebillas del balón, me servían para recoger mi rizada melena y me vendaba con una faja alrededor del pecho, era el año de 1921, año en el que conocí al Padre salesiano, Don Francisco Míguez, otro entusiasta como yo del football y que gracias a él y a su complicidad, pude disfrutar de este bendito sport como nunca hubiera imaginado.
El padre Míguez había nacido en la localidad orensana de Corvillón y muy joven, con diecisiete años, se trasladó a Sevilla para iniciarse como novicio en los Salesianos de la Trinidad, corría el año de 1905 y el football, también allí, comenzaba a tener un gran número de aficionados.
En sus tardes de paseo, justo al lado de donde realizaba su noviciado, en los terrenos cercanos a una fábrica de vidrio, solía coincidir con un animoso grupo de chavales jugando a la pelota, no sé si alguna vez llegó a atreverse a jugar con ellos, si para entonces estaba mal visto que una dama como yo lo hiciera, qué dirían si vieran a un novicio con su sotana corriendo tras un balón, o lo que es peor, corriendo delante de aquéllos guardias que a menudo salían tras ellos por ser un sport que atentaba contra el decoro y que resultaba ser altamente escandoloso, sin embargo, él vio algo más en ese sport que algo meramente escandoloso para la sociedad, el fortalecimiento del espíritu a través del fortalecimiento del cuerpo.
Sus casi quince años de estancia en Sevilla le sirivieron al padre Miguez para ver crecer la primera sociedad de football en aquélla ciudad y que recibió el nombre de Sevilla Football Club, precisamente alguno de sus fundadores eran algunos de aquéllos chavales que durante mucho tiempo viera jugar al lado de su seminario, fue tal el cariño y admiración que le tomó a aquél Club que quiso traerse algo de él, así fue en aquél año de 1921, en mi barrio de Capuchinos, fundaría el Sporting Club.
Poco a poco, con la complicidad del Padre Míguez, me fui incorporando al Club, primero de ayudante de masajista, siendo además la encargada de lavar las equipaciones de los jugadores, labor para la cual y para que mis padres no se enteraran, contaba con otro, mejor dicho, otra, cómplice, mi abuela, ya que era en su casa donde lavaba y tendía las equipaciones de los que, en poco tiempo serían mis futuros compañeros.
Muy poco tiempo después ya formaba parte de la delantera del Sporting, siempre en los partidos que jugábamos fuera de mi barrio, siempre debajo de aquél "disfraz" de hombre que debía usar, aún así no fueron pocos los partidos que no pude disputar debido a la negativa de jugadores de equipos rivales que ya me reconocían quien sabe si temerosos quizás de que mis habilidades de delantera fueran superiores a las suyas como defensas.
Quero con la camiseta y escudo del Sporting Foto gentileza de Jesús Hurtado Navarrete |
Aunque cada vez eran más largos mis exilios forzosos a Vélez, (en aquél barrio al final se sabía todo), no por ello dejaba de jugar, a escondidas eso sí, de mis tíos y con la ayuda de Barranquero, capitán del equipo, a la sazón primo de Quero, compañero mío del Sporting, formé parte de su equipo, equipo en el cual y debido a mi "doble" vida como hombre en el campo y mujer en la calle, me pusieron el cariñoso apelativo de "Veleta", fue tal el cariño con el que me acogieron en este Club que incluso cuando fue inaugurado el estadio de la localidad, el "Tejar de Pichilín", hice las veces de dama de honor junto a la madrina del campo, Dolores Castaños, si bien sabedores de mi afición, terminé jugando aquél partido sustituyendo a Vivar.
Fueron, sin duda, los mejores años de mi vida.
Sin embargo, todos los sueños tienen su final, y el mío como footballier llegó con la creación de la Federación Sur y la Junta Local de árbitros y con ellas la prohibición expresa de que las mujeres pudieran jugar al football, pocos años después, en Agosto de 1936, moría fusilado por tropas milicianas el que fue mi gran valedor, el Padre Míguez, aquél humilde y visionario cura que desde Sevilla trasportara aquél sueño de hacer un nundo mejor gracias al fútbol con ese escudo en forma de corazón y que para siempre llevaría grabado en el mío.
PD: Anita Carmona falleció a la edad de 32 años, víctima de una fiebre exantemática, la conocida entonces como "el piojo verde". Fue enterrada con la camiseta del Sporting Club en presencia de muchos jugadores y compañeros que compartieron con ella partidos y alineaciones "secretas".
Dedicado a todas esas sevillistas footballiers o no y en especial a nuestro equipo femenino del Sevilla
Agradecimiento especial a Jesús Hurtado Navarrete autor del blog http://velezedario.blogspot.com/